Cáceres – poema

José Núñez de Cáceres (1772-1846)

Ver la biografia de José Núñez de Cáceres
(ver página de la Reconquista para contexto)

A los vencedores de Palo Hincado

Vixcre fortes ante Amagenona
Multi; sea omnes Illacrymabiles

Urgentur, ignotique longa
Nocte, carent quia vate sacro
Hrat. Lyr. lib. 4. od. 8. v. 25
(1)

(Hubo muchos valientes
Antes que Agamenon, pero no hallaron
Quien su muerte con lágrimas honrara
Y aunque sobresalientes
Sus hechos para siempre se olvidaron
A causa de no haber quien los cantara)

A los vencedores de Palo Hincado

En la acción del 7 de noviembre de 1808

José Núñez de Cáceres dedica la siguiente canción.

Por más que se atavía
la rubicunda aurora de colores
para anunciar la aparición risueña
de tan plausible día,
sus varios y esmaltados resplandores,
son oscuro bosquejo, débil seña
del almo gozo, del placer y gloria
que al suelo patrio causa su memoria.

Otros sus perfiladas
plumas empleen, su talento agudo,
en acertados planes y mejoras;
las espigas doradas
aquél enseñe al labrador forzudo
a cortar con las hoces segadoras;
quién el desorden público y la intriga
con la picante sátira persiga.

Yo envidio el laborioso
afán de tanta abeja artificiosa,
sin poder competir con su desvelo;
mas de zángano ocioso
por evitar la nota indecorosa,
pediré a Clío con ardiente anhelo,
que, embocando su trompa, los campeones
cante de Palo-hincado, y sus acciones.

Rogaréla se quite
la corona marcial de su cabeza
y entretejida de olorosas flores
venga, y la deposite
por premio del valor y fortaleza
en la de estos heroicos vencedores,
que de extranjero yugo redimieron
la patria, y dulce libertad le dieron.

Si palaciega mano,
o de grado, o por fuerza en Basilea
firmó la esclavitud de la Española,
hoy el empeño vano
se deshizo, ganada la pelea
de estos guerreros por la virtud sola;
que el áulico servil todo estipula,
y el patriotismo nunca capitula.

Los que pueblos oprimen,
perpetúan su fama ensangrentada,
en columnas y en alto capitolio;
para los que redimen
el suelo patrio de opresión forzada,
hay más estable y apreciado solio
erigido en el pecho, y por las manos
de sus reconocidos ciudadanos.

La tierna madre al hijo
que los pueriles años aún no alcanza,
de esta función le explica el aparato;
con cuidado prolijo
le habla de la emboscada, de la lanza,
como se venció luego en breve rato,
y el corazón así con lo que aprende,
en ardimiento bélico se enciende.

Esta temprana escuela
enseña a hacer el noble sacrificio
del bien inapreciable de la vida;
por todo nos consuela
de amada libertad el beneficio
venciendo con honor si es adquirida;
que (2) habiendo de morir todo nos sobra
y todo con vencer después se cobra.

En ella es que se bebe
aquel lenguaje enérgico, aquel brío
con que el jefe a sus tropas así arenga:
“Soldados, hoy se debe
pelear por la patria, y yo confío
que nadie ceda, ni a partido venga:
la vida pierda quien cobarde huyere;
matadme a mí, si yo la espalda diere”.

Los que con faz serena
a sus pies ponen la europea cerviz,
en Moscow tremolan su estandarte;
los laureles de Jena,
las palmas de Marengo y Austerlitz
aquí marchitan con adverso Marte.
Setecientos soldados aguerridos
como de un rayo al golpe son vencidos.

Collados eminentes,
quebradas y laderas y malezas
y gramas que alfombráis a Palo-hincado,
dad muestras evidentes
de sensibilidad por las proezas
de los que un nombre eterno os han ganado.
vestíos de verdor alegre, y vario
a honra de tan glorioso aniversario.

Cuando pase el viajero
por estas apacibles soledades,
el pie detenga, y con oído atento
al genio placentero
que en torno aquí derrama amenidades,
repetir oiga en armonioso acento:
Sánchez Ramírez, Carbajal, Mercedes,
Vásquez, y Sosa, Frías, y Paredes.

¡Gloria eterna a los bravos
hijos de Yuna, de Casuy, Almirante,
que el natal suelo con valor rescantan!
Yaceríamos esclavos
si ellos con el acero rutilante
las viles ataduras no desatan.
Almas insignes, recibid por fruto
de nuestra gratitud el fiel tributo.

Que la historia perezca,
si no transmite tan ilustres nombres
a la posteridad más apartada,
y la fama enmudezca
de los Leonidas y trescientos hombres,
si el siete de Noviembre, y su jornada,
a honor perpetuo de los naturales,
el tiempo no grabare en los anales.


Notas

(1) Del libro de “Odas” de Horacio

(2) Ert. Arauc. Cant. 29 ver. 39